Todo lo relacionado con el supuesto espionaje, mediante el programa Pegasus, de los teléfonos de políticos independentistas y miembros del Gobierno, resulta bastante esperpéntico.
Cuando los dirigentes independentistas catalanes más conscientes eran de la disminución de le fe de sus seguidores, encontraron la forma de volver a levantarlos mediante la denuncia de haber sido espiados. Sea cierto a no, presionaron a Sánchez hasta el punto, que este, para neutralizar las críticas, optó por denunciar a su vez, que a ellos también los habían espiado. Pero esa solución “le ha salido rana” pues toda esa jauría variopinta que componen sus maléficos socios, parecen haber olido a sangre y tienen acorralado a este Gobierno, entre ellos, esos comunistas podemitas que forman parte del Consejo de Ministros.
Sánchez hará lo de siempre, sacrificará a la directora del CNI, y si es preciso, a su ministra de Defensa, todo antes de que le llegue a él. Y todo ello, después de cometer la indecencia, mediante su “Prevaritxell” de turno, de dar entrada a los mayores enemigos de España en una Comisión de Secretos Oficiales, que se parece mucho a ese “Camarote de los Hermanos Marx” de nuestro recuerdo.
Cuando los enemigos de los españoles llegan a la Comisión, tienen que dejar sus móviles en una repisa antes de entrar, pero nadie les registra por si llevan otro escondido, de lo que son muy capaces, y ya dentro, los representantes de los partidos constitucionalistas se cuidan de no hablar de nada que pueda ser utilizado por “los malos”. Todo muy absurdo. No se puede dejar que los zorros convivan con las gallinas. Los medios internacionales se hacen eco de esa locura en la que estamos instalados, nuestro prestigio, por los suelos.