El Parlamento Europeo ha aprobado la prohibición de vender coches y furgonetas que funcionan con diésel y gasolina a partir de 2035. Y lo han hecho, mientras los principales fabricantes de vehículos ya empiezan a dudar del coche eléctrico, pues el 62% de los expertos consultados en un informe del sector nacional del automóvil consideró que «sin bajar los precios de los coches eléctricos a niveles competitivos, será difícil prohibir la venta de vehículos de combustión en 2035» y lo convertirá en una meta «utópica».
Los defensores de la Agenda 2030, esa partida de globalistas, catastrofistas climáticos y ecologistas que mueven los hilos de la UE, pasan de la escasez de puntos de recarga, el precio de los eléctricos o la escasez de litio para las baterías, así como, de las trabas que va a suponer a los desplazamientos de los ciudadanos, donde los más perjudicados serán los de menor renta y los que residan en zonas más apartadas.
La prohibición de los motores de combustión supondrá que los nuevos coches serán «más caros», la pérdida de «miles de puestos de trabajo» y llevará a la industria europea al declive, a la ruina. Y todo esto ocurre, cuando los motores de combustión de última generación, tanto de gasolina como diésel, contaminan muchísimo menos que sus predecesores.
Producir un vehículo eléctrico requiere de una enorme cantidad de minerales, más minerales y más cantidad de cada uno de ellos que un coche de combustión. En estos momentos, fabricar un coche eléctrico es más o menos el doble de caro. Y lo más importante, un coche eléctrico, desde su fabricación hasta que ya no es útil y su super contaminante batería está ya agotada, contamina más que los de combustión.
Insisto en el proceso de recarga, ni las infraestructuras de recarga estarán a punto, ni la tecnología de las baterías es suficiente para que todos tengamos uno de estos coches. Y la conclusión es que, ni es posible que todos tengamos un cargador al lado del lugar en el que aparcamos, ni las baterías, en condiciones reales, duran lo que dicen los fabricantes. Sería casi imposible llegar de Madrid a cualquier costa española con los actuales modelos. Eso hace complicado viajar, pues no bastaría con planificar un viaje, sino rezar para que no haya otros usuarios en el lugar de destino y recarga, desde luego, convierte en una utopía la generalización del vehículo eléctrico.
Los defensores de la Agenda 2030 nunca lo han ocultado, pretenden despojarnos de todo y empobrecernos. La ciudadanía europea debería empezar a movilizarse.
El problema del coche eléctrico está perfectamente detallado. Creo que lo que se pretende es la desaparición del vehículo individual desviando hacia el transporte colectivo. Sin embargo debería aclararse si los aviones y los grandes transatlánticos funcionarán con electricidad. Van a por lo débil.