Hoy se han cumplido dos años de aquel triste 8 de marzo de 2020, día en el que el gobierno social comunista que padecemos, pese a tener la información suficiente del Covid-19, puso por delante de todo, la ideología, y animó a manifestarse a miles de mujeres. A fecha de hoy, aún se desconoce cuantas de ellas murieron, pero nos podemos hacer una idea, por ello, no es exagerar cuando denomino a ese día como el de la mayor matanza de mujeres de nuestra historia.
Hoy de nuevo, la izquierda ha convocado a manifestarse en pro de ese feminismo radical que defienden, ese que enfrenta a hombres y mujeres, ese que criminaliza a los hombres pisoteando la presunción de inocencia, ese que pretende imponer su rodillo ideológico, ese que ha traído la desigualdad a nuestra sociedad.
El Día de la Mujer se debería aprovechar para rendir homenaje a todas aquellas mujeres importantes de nuestra historia, esas que superando todo tipo de barreras consiguieron lo que se propusieron.
Lo curioso de todo es, que las organizaciones que promueven el 8-M son claramente pro Putin, ese cuyos soldados violan por sistema a las mujeres ucranianas, unas mujeres ejemplares que luchan contra un invasor defendiendo a su patria, a su familia y a sus hijos, unos valores que curiosamente la izquierda combate en España.
No seré yo quien diga que las mujeres no deben tener los mismos derechos, las mismas libertades y las mismas oportunidades que los hombres, pero tengo claro, que este feminismo es eso precisamente lo que no quiere.
En definitiva, otro 8 de marzo, otro año en el que la izquierda intenta apropiarse del día de la mujer esparciendo sus consignas feministas de tinte marxista, e intentando establecer en la sociedad la peligrosa y falsa premisa de que ser feminista y de izquierdas es inherente a ser mujer.