Todos los que me conocen saben, que me siento muy orgulloso del comportamiento de mi Rey, de Felipe VI y que, por el contrario, nunca me he sentido así con respecto a su padre, nuestro rey Emérito, D. Juan Carlos quien, desde mi punto de vista, ha tenido a lo largo de su mandato un comportamiento en el ámbito personal, muy inapropiado, aunque no podemos olvidar al juzgarlo, los grandes servicios que le ha prestado a España.
Tras decir esto, debo mostrar mi indignación por la actual campaña contra la monarquía aprovechando la fugaz presencia de un abuelo que tras mucho tiempo quiere abrazar a sus hijos y nietos, y que no tiene ninguna causa judicial abierta contra él.
Cuando se conoció la fecha de su llegada a España, desde Unidas Podemos se inició una ofensiva brutal con declaraciones “de juzgado de guardia” y con posterioridad, ya desde la parte socialista del Gobierno, también se han unido a la campaña.
El ministro, Alberto Garzón, tacho a D. Juan Carlos, de delincuente acreditado y de ladrón. La ministra, Ione Belarra, lo acusó de estar humillando a nuestra democracia. En una entrevista, la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ha dicho que Juan Carlos I ha perdido la oportunidad de pedir perdón a los españoles y dar cuenta de los hechos «nada éticos» ni «ejemplares». En su opinión, los españoles esperaban sus disculpas y debería haber aprovechado esta visita para «dar cuenta» de esas «acciones» que se han conocido durante este tiempo y que a su juicio no son compatibles con la «transparencia» y la «ejemplaridad» que le corresponden.
Los comunistas podemitas del gobierno y compañeros suyos socialistas, cuando dicen que el Rey no ha sido elegido democráticamente, mienten, ya que cuando se votó la Constitución, se votó también la monarquía parlamentaria.