La nueva Ley de Empleo que acaba de entrar en vigor, recoge que determinados colectivos sean prioritarios en las políticas de empleo. Entre ellos están, como no, lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI). Una discriminación positiva que el legislador atribuye a la “presunta discriminación laboral” de la que son objeto estos colectivos.
Al estar ya está en vigor, las oficinas vinculadas al Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) tendrán que priorizar la búsqueda de empleo de aquellas personas que declaren pertenecer al colectivo LGTBI. Y lo harán basándose en la «buena voluntad» de las personas que declaren ser parte del colectivo, debido a que ningún documento público puede incluir la orientación sexual de un ciudadano, dado que es información privada y de la esfera íntima de cada individuo.
También se encuentran entre la población prioritaria, las mujeres víctimas de violencia de género, con solo denunciar y sin ser necesaria sentencia favorable, o las pertenecientes a otros grupos religiosos. Entiendo que aquí nos quieren colar también que, por ejemplo, una mujer musulmana tendrá prioridad. Los tiros de este Gobierno siempre van por el mismo sitio, favorecer a los LGTBI, a las supuestas víctimas de violencia de género y a los invasores del sur.
No importa que tengas una familia que sacar adelante. O una larga carrera que te avale como profesional. Si no te declaras homosexual, o transgénero no contarás con los beneficios reservados para colectivos vulnerables que ofrece el SEPE. La nueva Ley de Empleo no se preocupa por dotar a nuestras empresas de mejores trabajadores. Sólo de complacer a los lobbies que presionan al gobierno. Estamos cansados de que se favorezca a una minoría, mientras nos ahogan al resto con sus leyes absurdas. Que la condición sexual sea motivo de privilegio en la búsqueda de empleo es un auténtico escándalo. Esta absurdez populista, parece increíble, pero es cierta y buscan con ella la movilización del voto de cara a las elecciones.
Y es que, el colectivo LGTBI lucha por una cosa y también por la contraria. Por un lado, reniegan de las etiquetas, y se ofenden si les exigen que prueben su sexualidad; por el otro, quieren ser tratados de forma preferente por pertenecer a este colectivo. Unas exigencias que de nuevo les han salido bien. Ya que la nueva ley te exigirá sólo una declaración “de buena voluntad” afirmando que eres homosexual o que hoy te sientes persona del sexo contrario. Una discriminación positiva que juega con el pan de muchas familias en un momento económico más que delicado.
La condición sexual nunca puede ser motivo de privilegio en la búsqueda de empleo. Mucho me temo que, muchas personas por necesidad, hasta darán el paso de mentir, con tal de conseguir un empleo, tiempo al tiempo. Nuestra legislación es una auténtica porquería.