Para que una nación sea fuerte, debe tener una sociedad fuerte, algo inviable sin un extenso y potente entramado de familias fuertes. Estamos inmersos en una feroz ofensiva de las izquierdas, de los progres, quienes con sus políticas impiden que nuestros jóvenes puedan tener un hogar en propiedad, obtengan y mantengan un trabajo estable con su salario que les permita acometer la extraordinaria y apasionante aventura de crear su propia familia. Pretender hacer lo mismo que hicieron, tus padres y tus ancestros, quieren convertirlo en inviable.
No podemos olvidar que la familia es la institución fundamental de la sociedad, previa al Estado y merecedora de todo el apoyo y cuidado por parte de nuestros gobernantes, algo que es incumplido sistemáticamente desde hace décadas, dando igual quien gobernase, PSOE o PP. La familia es un espacio de amor, de vida y de raíces comunes cuya protección social, económica y jurídica debería asegurarse, pero hoy en día hacen lo contrario, pues los enemigos de nuestra nación tienen muy claro, que acabando con ella, terminarán acabando con nuestra patria.
Cuando hay problemas serios, y en el actual contexto de emergencia económica y social que vivimos, está ocurriendo, con los precios desorbitados de la energía y de los suministros básicos, solo en nuestra familia es donde encontramos auténtico refugio, cariño y comprensión, al igual que es el sitio idóneo para, compartir y celebrar, nuestros éxitos y logros personales.
Por eso, quienes quieren cargarse la institución familiar, lanzan el mensaje de que es algo arcaico, la invisibilizan y la privan de cualquier apoyo, necesario e imprescindible, para que prospere.
Es imprescindible garantizar la continuidad de las familias y el relevo de tradiciones, costumbres y bienes entre generaciones. El impuesto de sucesiones y donaciones, atenta contra la solidaridad entre padres e hijos y es una eficaz arma en manos de quienes quieren, disuadir y acabar, con la institución que más fortalece a la sociedad.
La familia debería ser el centro de todas las políticas públicas, pero no es así, por el contrario, es la diana contra la que arremeten todas esas ideologías políticas de quienes en la actualidad nos gobiernan y nos han gobernado.
Se deberían promover medidas de promoción y de apoyo a la maternidad y la paternidad, ampliando las bonificaciones fiscales y las ayudas específicas para gastos ineludibles de las familias como productos esenciales, transporte, guarderías o comedores escolares, y vinculando estas al número de hijos con el objetivo de fomentar la natalidad frente al invierno demográfico que nos asola.
Fracasamos como sociedad cuando una familia joven se ve obligada a abandonar su proyecto por la falta de apoyo de las administraciones, o abocada a retrasar artificialmente la paternidad y la maternidad por la presión social. Tenemos que defender a quien toma la decisión de formar una familia.