Nuestro Gobierno continúa en la senda del desastre. En febrero de 2020 negó el riesgo de lo que se avecinaba y permitió, un mes después, el Infectódromo Feminista del 8-M, con posterioridad, llevó a cabo dictatoriales estados de alarma inconstitucionales, y ahora, reúne de urgencia a los presidentes autonómicos, para anunciarles la vuelta de la mascarilla en exteriores. Todo una farsa, pues hemos pasado de no llevar mascarilla en exteriores a no ser que tuviésemos gente cerca, a llevarla y solo quitárnosla con algunas excepciones. Este presidente farsante que nos ha tocado soportar, solo vende humo.
Lo curioso de todo esto es que, pese a no existir la obligación hasta ahora de llevar mascarillas en exteriores, la mayoría de la gente de orden de este país, entre las que me incluyo, siempre la hemos llevado, por nosotros, y por los demás.
Me parece contradictorio llevar mascarillas en el exterior mientras que, en el interior de bares y restaurantes, te la quitas para comer y beber. Y es que este Gobierno está instalado en la contradicción más absoluta.
Atacó en su día sin piedad, a Isabel Díaz Ayuso, y ahora, se suma a sus tesis y le da la razón en todo, pues ni los vacunados con contacto estrecho con contagiados se confinarán, ni se restringirá la actividad de bares y restaurantes, ni habrá limitaciones as las libertades individuales.
Ha quedado demostrado que, al Gobierno de Sánchez, le queda demasiado grande esta crisis sanitaria, está absolutamente carente de ideas, y tanto él como sus ministros, ejercen de simples figurantes. Recurrir a la llamada “cogobernanza” es instalarse en la dejación de funciones, y si las medias que toman las distintas CCAA funcionan, él se apunta el tanto, y si no, la culpa es de ellos.