Por todos es conocido, que el
colectivo más castigado por esta pandemia, está siendo el de los jubilados de
mayor edad, el compuesto por esa generación que con su trabajo y sacrificio
hizo posible que ahora nosotros disfrutemos de eso que llaman “Estado del
Bienestar”.
Sin profundizar demasiado en
el asunto, podemos ver hasta lógico que el virus cause más estragos en quienes,
por edad, tienen menos defensas, y más patologías previas que favorecen el
avance de la infección.
El problema viene, cuando
profundizamos en el por qué han fallecido tantos ancianos y empezamos a ver que
muchos de ellos han muerto simplemente porque se han aplicado protocolos de
actuación absolutamente deshumanizados e impropios de una sociedad que presume
hasta la exasperación de defender los DDHH. Tomemos como ejemplo a Cantabria,
en donde dos tercios de los fallecidos son ancianos y ninguno de ellos pasó por
una UCI antes de morir, es decir, se les ha dejado morir sin prestarle la ayuda
necesaria para intentar que sobreviviera. Y eso, sabemos que ha ocurrido en
muchas CCAA, en donde a las residencias de ancianos no se les ha prestado ayuda
y se han convertido en zonas de exterminio.
Nuestro Gobierno es culpable
de omisión de socorro a un colectivo muy vulnerable, un colectivo que se
merecía otro trato, pues ha pagado impuestos toda su vida y no se merecía este
final. Resultado de esta política sanitaria inhumana, una masacre, un genocidio
cuyas víctimas son nuestros seres más queridos, nuestros abuelos.